IV. El triunfo del Barroco
Pocas ciudades en el mundo ostentan espacios urbanos tan conocidos como Roma, si bien éstos no hayan sido realizados en un solo momento y sean el resultado de modificaciones graduales ocurridas a través de los siglos con aportaciones arquitectónicas amalgamadas – a veces armónicamente y a veces no – a las preexistencias. Pero al contrario de las transformaciones físicas, esos espacios mantuvieron sólidamente usos y significados simbólicos ligados a las esferas del poder político y religioso y, sobre todo, a las formas de representación de esos poderes. La plaza de San Pedro, la plaza de España, la de la fuente de Trevi, la plaza del Popolo y muchas otras testimonian ese alternarse de procesos de conservación e innovación, que se suceden a través de mutaciones lentas que confirman el significado histórico de esos lugares. Iniciativas papales, pero también propuestas ciudadanas o diplomáticas, se reflejan en el desarrollo de una cultura arquitectónica que dará sus mejores frutos en el siglo XVII, cuando florece el Barroco y se emprenden operaciones de mejoramiento urbano que conferirán a esos espacios la fisonomía inconfundible que hoy identifica a la ciudad a nivel planetario.

«Después del almuerzo fuimos a Meudon y allí encontramos al Nuncio. El caballero [Bernini] señaló que desde la altura en la que se encontraba, no se veía de París más que una montaña de chimeneas y eso daba la impresión de un peine para cardar. Agregó que Roma tiene un aspecto muy diferente, porque en un lugar se puede ver San Pedro, el Capitolio en otro, en otro el palacio Farnese, y luego Montecavallo, el palacio de San Marcos, el Coliseo, la Cancillería, el palacio Colonna y así sucesivamente, todos ubicados aquí y allá y todos grandiosos y hermosos y de apariencia excelente».
Paul Fréart de Chantelou, Viaje del caballero Bernini a Francia, 2 agosto 1665
Nacido en Piacenza en 1691, Giovanni Paolo Pannini se inició come escenógrafo teatral en su ciudad natal, pero ya en 1711 se encuentra en Roma perfeccionando sus estudios de dibujo y pintura con Benedetto Luti. Sus temas predilectos son las vistas de la ciudad, especialmente Roma, presentada en el esplendor de sus espacios urbanos. Realizó varias versiones de Roma moderna, en la que se representa una galería de cuadros
en los que aparecen los edificios y las plazas más importantes de su época.
Roma moderna
(Galería de cuadros con vistas de la Roma moderna)
Giovanni Paolo Pannini
Óleo sobre lienzo, 1757
©Museum of Fine Arts, Boston
Charles Potter Kling Fund
IV.1. La plaza de San Pedro
Las crónicas del siglo XVII señalan las molestias que causaban a los fieles los congestionamientos de carrozas que se juntaban en la plaza frente a la basílica de San Pedro en ocasión de las grandes celebraciones religiosas a las que concurría un gran número de personas. Para esas festividades, antes de que se construyera la columnata, se montaban estructuras efímeras para proteger del sol y de la lluvia a la gran concurrencia.
Plaza de San Pedro en el dia del Corpus Domini
Anónimo
Óleo sobre lienzo, 1641-1646
©Sovrintendenza Capitolina ai Beni Culturali, Museo di Roma (Deposito dal Museo Nazionale di Palazzo Venezia), Roma
Foto: Museo di Roma, Archivio Iconografico
«Tras un larga reflexión, el Pontífice dictaminó que, cuando se derribaran las mencionadas casas, la plaza fuera convertida en un óvalo, cuyo lado largo se atravesara frente a la fachada de la basílica de Bórea a Austro, y cuyo lado corto, de Levante a Poniente, se extendiera hacia la fachada, pero sin llegar a la puerta de la basílica, sino que terminara al pie de su amplia escalinata, extendiéndose luego con dos brazos hacia las dos caras laterales de la iglesia, de modo que, habiendo calculado el espacio de la escalera con el lado estrecho del óvalo, ambos unidos por poco igualaran su longitud: todo este óvalo estaba compuesto por pórticos cuadrados proporcionales a la gran parte del templo, apoyando los arquitrabes en dos columnas a ambos lados. Mediante estas arcadas, se resolvió el problema de las carrozas y de los peatones y para este doble uso se duplicaron las bóvedas. Con esto, quedó la famosa pirámide en medio del teatro y una gran fuente se colocó en el medio, la cual, arrojando sus aguas como copos de nieve, logra ser de admirable vaguedad».
Pietro Sforza Pallavicino, Vida de Alejandro VII
IV.2. La plaza in agone (o plaza Navona): un espacio de vocación lúdica
«Este diseño no puede ser de nadie más que de Bernino y esta zancadilla del príncipe Lodovisio, así que habrá que servirse del Bernino a pesar de los que no quieran, porque los que no quieran realizar sus cosas, no deben verlas».
Inocencio X, sobre la fuente de los ríos (Vida del Caballero Bernini)
«Una roca se eleva desde el centro de esta pila, que simula un acantilado hábilmente perforado en los cuatro lados, de modo que a la vista de las personas que la miran no sea impedida la magnificencia de la perforación. Y esa roca, que se une en la extremidad, se dilató en su comienzo, de donde forja y da lugar a cuatro asientos, en donde descansan cuatro inconmensurables colosos, que representan, para las cuatro partes del mundo, los cuatro ríos principales de éste: el Danubio para Europa, con la cabeza levantada en el acto de mirar y admirar el estupendo obelisco y a sus pies un León, que finge beber de esas aguas, que bajan en la gran pila de todas las partes de la misma roca; el Nilo para África que, con la cabeza algo cubierta por un paño, parece querer aún ocultarnos su origen y, cerca de él, se levanta una palmera; el Ganges para Asia que, con una rama en la mano, quiere denotar la fertilidad de su tierra y no lejos de él se puede ver, en el acto de relinchar y levantando las patas delanteras, un magnífico caballo; y finalmente el río Argentino para América, en la figura de un moro con dineros esparcidos a su alrededor, representando las riquezas de sus minas, y más abajo el tatú, animal de las Indias. En el centro, donde se unen las cuatro partes de la roca admirablemente trabajadas, se colocó la aguja sobre un gran pedestal de ochenta palmos de altura, en cuya parte superior se encuentra un rico remate de metal, sobre el cual luce gloriosamente la paloma con una rama de olivo en el pico, que es el escudo de la casa Panfilia».
Domenico Bernini, Vida del Cavalier Bernini
Preparación del castillo de fuegos artificiales y decoración de la fiesta ofrecida en la plaza Navona de Roma, el 30 de noviembre de 1729 con motivo del nacimiento
del Delfín de Francia
Giovanni Paolo Pannini
Óleo sobre lienzo, 1729
Musée du Louvre, Paris
©RMN-Grand Palais
(Musée du Louvre)
Foto: Mathieu Rabeau
IV.3. Plaza de España o la representación de la diplomacia internacional
Desde sus orígenes, la plaza de España presentaba un problema topográfico de difícil solución: el desnivel que separa las alturas de la villa Borghese del nivel de la vía dei Condotti. Esa cuesta es tan acentuada que era imposible recorrerla con carruajes e, incluso, era dificultosa para los peatones. Casi cien años antes de la realización de la célebre escalinata, Pietro y Gian Lorenzo Bernini realizaron, en los primeros años del siglo XVII, la fuente de la Barcaza a los pies de la cuesta.
La fuente de la Barcaza y la cuesta de
Trinidad de los Montes
Pompeo Totti
Aguafuerte, 1638
Frente de la escalinata que de la plaza de España conduce a la iglesia y convento de la Santísima Trinidad en el monte Pincio, iniciada bajo en glorioso pontificado de Inocencio XIII y terminada bajo la S. M. del papa Benedicto XIII. Arquitectura de Francesco de Sanctis
Giuseppe Vasi
Aguafuerte, mediados del siglo XVIII
Colección particular
IV.4. Trevi: el triunfo del agua
«Su obra asombrosa es la Fuente di Trevi. El Papa Clemente XII pensó en agregar a Roma un ornamento digno de la ciudad; pero no se tuvo el valor de colocarlo en el sitio más ventajoso, ni se ha reparado, hasta ahora, en lo inapropiado de ese sitio demoliendo esas casas insignificantes que lo oprimen, convirtiéndolo en una plaza vaga y regular. Salvi quiso representar en esta fuente el océano en una figura gigantesca de pie sobre una concha tirada por dos caballos de mar conducidos por dos tritones. Todas estas estatuas se encuentran entre una inmensa masa de rocas, entre las cuales corre el agua en diversas formas […]. Esta fuente es soberbia, grandiosa, rica y, al mismo tiempo, de sorprendente belleza. Se puede decir francamente que no se ha realizado ningún trabajo más magnífico en Roma en este siglo».
Francesco Milizia, Vida de Nicola Salvi
IV.5. La plaza del Popolo: el escenario de la entrada a Roma
IV.6. El Tíber
«Entonces Eneas desde el mar ve un enorme bosque.
En medio de éste, con un curso agradable, el Tíber, que
con saltos rápidos y rubio por el mucho limo,
se tira al mar».
Publio Virgilio Marón, Eneida
De los pintores extranjeros que residieron en Roma, es probablemente al holandés Caspar Adriaansz van Wittel a quien se deben las más variadas e interesantes vistas del Tíber, realizadas a partir de 1682 y que documentan los puertos y los puentes, pero también las actividades productivas y la vida que se llevaba a cabo en las
márgenes del río.
El puente y el castillo de San Ángel,
con el Tíber, desde Tor di Nona
Caspar Adriaansz van Wittel
Tempera sobre pergamino, 1682 ca.
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
Periódicamente el Tíber se desbordaba, inundando las zonas aledañas a las márgenes. Este problema se resolvió a finales del siglo XIX con la construcción de dos murallas que flanquean el río en el tramo urbano. Ello significó interrumpir la relación que, desde su fundación, Roma había instituido con el Tíber.
El Ghetto inundado por un
desbordamiento del Tíber
Ettore Roesler Franz
Acuarela, 1870 ca.
©Sovrintendenza Capitolina ai Beni Culturali, Museo di Roma
in Trastevere, Roma
Foto: Museo di Roma, Archivio Iconografico
La fiesta de los santos patronos de Roma, San Pedro y San Pablo, se lleva a cabo el 29 de junio de cada año. Para festejarlos, se organiza un espectáculo de fuegos artificiales, desde la parte más alta del castillo de San Ángel, que se llama
la Girándola o el molinete.
La Girándola del Castillo de San Ángel
Francesco Piranesi - Louis-Jean Desprez
Aguafuerte coloreada a mano,
finales del siglo XVIII
©Metropolitan Museum of Art, New York
Rogers Fund, 1969
«Si tuviera que narrar algo sobre el castillo de San Ángel, diría que, a causa de los fuegos tan vivos y numerosos por todos lados, parecía un horno en llamas, por destellos hacia el cielo y por granadas casi increíbles y girándolas tan admirablemente fabricadas, y brillaba y retumbaba de tal manera que todo el mundo se maravilló casi atónito como si algo estuviera haciendo caer el mismo cielo».
Paride De’ Grassi
¿Estuviste anoche en la Girándola?
¡Qué chorros, qué escapadas,
Cuántos sonidos de batalla, qué cañonazos!
¡Cristo, había un mundo de cohetes!
¿Y viste esa luz negra
Qué salía de las llamas encendidas?
¿No parecían furias desatadas
Qué iban a echarse una primera?
Y el ángel que estaba dentro
De ese río con todo su palacio
¿No parecía un demonio del infierno?
¿Y el fuego blanco? ¿Y el fuego verde? ¿Y el rojo?
¡Dice que a los del gobierno también
Les parecía que tenían estos tres colores encima!
Gioacchino Belli, La Girándola del 34