I. La construcción del mito
Roma, la capital del imperio más poderoso de la antigüedad, es hoy un condensado inigualable de estratificaciones históricas. Pocas ciudades en el mundo han sabido amalgamar, a través de los siglos, tantos edificios, tantos estilos, tantos lenguajes. En efecto, a diferencia de otras capitales europeas, Roma supo defenderse de las destrucciones y de las transformaciones radicales, conservando de manera ejemplar la esencia y el significado de sus antigüedades. Esa pacífica resistencia, junto al orgullo de un pasado que la gratifica y enaltece, fortifican la base de ese inexplicable y asombroso proceso.

I.1. Los mitos de fundación
«Como las empresas bélicas, canto al héroe que, prófugo por disposición del hado, fue el primero en llegar, desde las costas de Troya, a Italia, a las riberas de Lavinio. Largo tiempo fue juguete por tierra y por mar del poder divino, a causa del pertinaz rencor de la implacable Juno. Mucho hubo de sufrir también en guerras, hasta que fundó una ciudad y estableció sus dioses en el Lacio, de donde provienen la raza latina, los padres albanos y los muros de la excelsa Roma».
Publio Virgilio Marón, Eneida
Publio Virgilio Marón, el más célebre de los poetas latinos, narra en la Eneida que Eneas, hijo de la diosa Afrodita y del príncipe dardanio Anquises, huyó de Troya incendiada por los Aqueos con su padre y su hijo Ascanio.
Eneas huye de Troya en llamas
Federico Barocci
Óleo sobre lienzo, 1598
Galleria Borghese, Roma
Concesión de la Galleria Borghese, Roma
Courtesy of Borghese Gallery, Rome
Después de un largo viaje a través del Mediterráneo, Eneas desembarcó en las costas del mar Tirreno, en un territorio conocido como Laurento, situado en el litoral del Lacio, en donde tomó por esposa a Lavinia, hija de Latino, rey de los Aborígenes. En ese lugar fundó una ciudad a la que dio por nombre Lavinio.
En la famosa estatua en mármol de Gian Lorenzo Bernini, un Eneas, joven, recio y apuesto, carga en su espalda a su padre Anquises, anciano y enfermo, que resguarda con celo la vasija con las cenizas de los Lares Tutelares, los espíritus protectores de los antepasados, como signo de continuidad con la tradición. A un lado de Eneas, aparece su hijo Ascanio, en cuya mano izquierda destella el fuego eterno, que asegurará en el futuro la continuidad del mito y dará vida a Roma.
Eneas, Anquises y Ascanio
Gian Lorenzo Bernini
Mármol, 1618-1619
Galleria Borghese, Roma
Concesión de la Galleria Borghese, Roma
Courtesy of Borghese Gallery, Rome
Foto: Luciano Romano
En su historia de Roma, Tito Livio relata que, treinta años después de la fundación de Lavinio, Ascanio fundó otra ciudad con el nombre de Alba Longa, en donde reinaron sus descendientes durante varios siglos. Sin embargo, un intento de usurpación por parte de Amulio, uno de sus sucesores, contra su hermano Numitore, legítimo heredero del reino, así como la intervención del dios Marte, que engendró con Rea Silvia – hija de Numitore – a los gemelos Rómulo y Remo, cambiaron el destino de estos territorios.
La loba capitolina es probablemente una escultura de la época medieval, aunque es posible que sea copia de una pieza del periodo romano. En la segunda mitad del siglo XV fue donada por el papa Sixto IV al Popolo romano, es decir a la administración municipal de Roma. En esa época, Antonio del Pollaiolo le agregó los dos gemelos, convirtiéndola en Mater Romanorum.
Loba Capitolina
Bronce, época medieval
Rómulo y Remo
Antonio del Pollaiolo
Siglo XV
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
Para salvar la vida de los pequeños, el siervo encargado de deshacerse de ellos por orden de Amulio, los arrojó al río Tíber en una cesta, la cual los condujo hasta la zona pantanosa del Velabro, situada a los pies del Palatino y del Capitolio en terrenos en los que, más tarde, surgiría la ciudad de Roma.
El descubrimiento de Rómulo y Remo
Pieter Paul Rubens
Óleo sobre lienzo, 1612
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
«La tradición sostiene que, cuando el agua poco profunda depositó la canastilla en la que habían sido colocados los niños, una loba, que había bajado de los montes circundantes para calmar su sed, volvió sus pasos hacia los vagidos infantiles y, agachándose, les ofreció su leche. Así la encontró el mayoral del rebaño real, que se llamaba Faustulus, que los recogió y los llevó a su mujer Larentia para que los criase».
Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación
La imagen de la loba amamantando a los gemelos se convirtió en el símbolo de la ciudad, a partir de las monedas acuñadas en la época del emperador Majencio, pasando por la Loba capitolina y las representaciones del periodo fascista, hasta las estilizaciones gráficas diseñadas en ocasión de las Olimpiadas de 1960.
Monedas de principios del siglo IV,
con la efigie de la Loba y los gemelos Rómulo y Remo,
por un lado y la diosa Roma por el otro
Siglo IV d.C.
Colección particular
La leyenda recogida por Livio prosigue refiriendo que en este lugar una loba, atraída por el llanto de los gemelos, se encargó de alimentarlos hasta que el pastor Faustulus y su mujer Acca Larentia los encontraron y, en lo sucesivo, los criaron
hasta que fueron adultos.
Faustulus encuentra a Rómulo y Remo
Jean-François De Troy
Óleo sobre lienzo, primera mitad del siglo XVIII
©Accademia Nazionale di San Luca, Roma
«Cuando pensó que se había hecho todo cuanto era razonablemente grato a los dioses, Rómulo llamó a todos al lugar señalado y dibujó la figura de un cuadrado alrededor de la colina trazando mediante un arado, compuesto de un buey uncido junto a una vaca, un surco continuo que debía recibir la muralla. Desde entonces, entre los romanos, se conserva esta costumbre del surco alrededor del terreno en la fundación de ciudades».
Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma
Plutarco, autor de las Vidas paralelas, cuenta que Rómulo «fabricó un lugar que se llamaba Roma cuadrada». De acuerdo con varios autores, prosigue Plutarco, esta fundación tuvo lugar «el día 11 antes de las calendas de mayo», es decir el 21 de abril del 753 a.C.
La Roma cuadrada fundada por Rómulo
Marco Fabio Calvo
Aguafuerte, 1527
Colección particular
Al cuarto mes de la fundación de Roma, ocurrió el episodio del rapto de las Sabinas. Como escaseaban las mujeres, Rómulo envió embajadores a los pueblos vecinos, pero al no obtener respuesta organizó una solemnidad ecuestre consagrada a Neptuno «a la que concurrió gran gentío», narra Plutarco. En el pleno del espectáculo y atendiendo a la señal dada por Rómulo, los romanos «desnudaron las espadas y, acometiendo con gritería, robaron las doncellas de los Sabinos; y como éstos huyesen, los dejaron ir sin perseguirlos». El rapto, prosigue Plutarco, no se llevó a cabo con afán de afrenta o injuria «sino con la mira de mezclar y confundir los pueblos».
Rapto de las Sabinas
Pietro Berrettini da Cortona
Óleo sobre lienzo, 1630
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
«Yo soy el cerúleo Tíber, río el más querido del cielo, el que como ves ciñe estas riberas con abundosa corriente y cruza esas pingües campiñas. Aquí tengo mi gran palacio, mi fuente nace entre nobilísimas ciudades».
Publio Virgilio Marón, Eneida
En la iconografía del Divus Tiberinus, el dios del río Tíber se presenta como un anciano con larga barba apoyado en un cántaro del que brota abundante agua; en sus manos a veces sostiene una cornucopia, símbolo de la abundancia. Se le representa siempre acompañado por los gemelos Rómulo y Remo amamantados por la loba. En algunas imágenes, el Tíber aparece en compañía de Faustulus o de Rea Silvia, madre de los gemelos, o bien de la diosa Roma confirmando su estrecha relación con la ciudad.
El Tíber y la diosa Roma, detalle de la Planta de Roma
Giovan Battista Nolli
Aguafuerte, 1748
En 1543, cuando Miguel Ángel emprendió la remodelación de la plaza del Capitolio de Roma, dispuso, a los lados de la escalinata del palacio Senatorio, dos colosales estatuas de mármol de la época romana – que representaban el Nilo y el Tigris – procedentes de las termas de Constantino situadas en la colina del Quirinal. Más tarde, la figura del Tigris fue transformada en representación del Tíber, añadiéndole la loba y los gemelos.
Dios Tíber
Mármol, siglo IV d.C.
Plaza del Capitolio, Roma
©Roma Capitale
Foto: Stefano Gizzi
A la diosa Roma se le representa como divinidad guerrera – su origen era probablemente troyano – armada a veces con la espada y a veces con una lanza y yelmo con cimera, pero también se caracteriza por sostener en su mano derecha una estatuilla de la Victoria alada.
Sestercio del siglo I, con la efigie de la diosa Roma
Colección particular
En 1593, fue colocada, en el nicho central de la escalinata
del Palacio Senatorio del Capitolio de Roma,
una estatua de pórfido y mármol de la época de Domiciano,
que representaba originalmente a Minerva pero que fue para esta circunstancia reinterpretada como diosa Roma.
Diosa Roma (originalmente Minerva)
Mármol y pórfido, siglo I d.C.
Plaza del Capitolio, Roma
©Roma Capitale
Foto: Stefano Gizzi
Estatua colosal de la diosa Roma sentada
o Roma Cesi
Siglo II d.C. (copia de la época adrianea
de una estatua de Minerva,
original griego del siglo V a.C.)
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
Diosa Roma sentada
Tapiz de las Manufacturas de la Fábrica
de San Michele a Ripa
siglo XVIII
Musei Capitolini, Roma
©Roma Capitale
La Diosa Barberini fue encontrada durante unas excavaciones en 1665. El cardenal Francesco Barberini, entusiasmado con el hallazgo, quiso que el fresco fuera desprendido y trasladado a su palacio. Fue identificada y restaurada como la diosa Roma y solo en tiempos recientes y, con base en un estudio iconográfico exhaustivo, se ha reconocido que en realidad se trata de la diosa Venus. No obstante, la belleza de la representación la coloca como obra pictórica de gran interés.
Diosa Barberini
Fresco desprendido del Palacio de Majencio en el Laterano
Principios del siglo IV d.C.
Concesión del Ministero della Cultura
Museo Nazionale Romano,
Palazzo Massimo, Roma
I.2. Roma, capital del Imperio
«Roma afortunada, invencible y eterna».
Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación
A principios del siglo III, siendo emperador Septimio Severo, fue realizada una planta de la ciudad de Roma, grabada sobre losas de mármol, a la que se denominó Forma Urbis Romæ. La planta representa la ciudad en esa época, detallando sus principales edificios, que en algunos casos se acompañan por inscripciones que los identifican de manera inequívoca. Originalmente, la planta medía 60 x 45 pies (18 x 13 metros) y estaba constituida por 150 placas de mármol, que se colocaron en el templo de la Paz. Durante la Edad Media, muchos fragmentos desaparecieron y hoy solamente se conservan algunas partes, las cuales, sin embargo, constituyen un documento de gran interés histórico.
Fragmento marmóreo
de la Forma Urbis Severiana (203-211 d.C.),
que representa el Área Sacra Argentina
Antiquarium Comunale, Roma
©Roma Capitale
«Oh Sol, fuente de vida, que con el carro resplandeciente muestras y escondes el día, y que siempre viejo y nuevo resurges, que nunca puedas ver nada más grande que la ciudad de Roma».
Quinto Horacio Flacco, Carmen sæculare
«Construí la Curia y su anejo, el Calcídico, el templo de Apolo en el Palatino con sus pórticos, el templo del divino Julio, el Lupercal, el pórtico junto al Circo Flaminio […], la estancia imperial junto al Circo Máximo, los templos de Júpiter Feretrio y de Júpiter Tonante en el Capitolio, el templo de Quirino, los templos de Minerva, de Juno Reina y de Júpiter de la Libertad en el Aventino, el templo de los Lares en la parte más elevada de la vía Sacra, el templo de los dioses Penates en la Velia, el templo de la Juventud y el templo de la Gran Madre en el Palatino. Reconstruí el Capitolio y el teatro de Pompeyo […] y en muchos sitios las conducciones de agua, maltrechas ya de antiguas y dupliqué la capacidad del acueducto llamado Marcio, desviando una nueva fuente a su caudal. Terminé de construir el Foro Julio y la basílica situada entre el templo de Cástor y el de Saturno […]. Y empecé la reconstrucción de esa misma basílica, destruida por un incendio, ampliando sus cimientos […]. Reconstruí durante mi sexto consulado ochenta y dos templos de divinidades en Roma con autorización del Senado, sin excluir ninguno que necesitase en aquel momento una reparación».
Augusto, De las cosas hechas por el Divino Augusto
En los inicios de nuestra era, Roma es ya la capital del imperio más poderoso de la antigüedad y cuenta con una población de alrededor de un millón de habitantes.
La maqueta de la Roma imperial fue elaborada, en 1933, por el arquitecto Ítalo Gismondi, en ocasión de la Muestra Augustea de la Romanidad, que se celebró en 1937. Inicialmente comprendía solamente la parte central, pero más tarde se amplió hasta abarcar toda la ciudad incluida antiguamente en el circuito
de murallas de Aureliano.
Maqueta de la Roma Imperial
Ítalo Gismondi
Yeso alabastrino, 1933-1955
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
Alrededor del foro y en diversas zonas de Roma, surgieron edificios públicos con usos diferentes – templos, basílicas, termas, circos, estadios, odeones, teatros, anfiteatros, acueductos, cisternas – así como edificios conmemorativos u ornamentales como fuentes, ninfeos, columnas honorarias y arcos de triunfo. Cada uno de los emperadores, sobre todo en el primer siglo de nuestra era, intentó emular o superar a sus predecesores, con edificios cada vez más grandiosos, más refinados, más suntuosos. La técnica constructiva romana, plenamente desarrollada en esta época, permitió realizar edificaciones incomparables con cualquier fábrica precedente. Son los edificios que todavía hoy nos asombran por su perfección técnica: el Panteón, el Coliseo, la columna Trajana, las termas, los arcos de triunfo, por citar solo algunos.
Maqueta de la Roma Imperial.
Detalle de la zona del Coliseo
Ítalo Gismondi
Yeso alabastrino, 1933-1955
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
Augusto «supo embellecer Roma de tal suerte, que con razón pudo alabarse de dejarla de mármol habiéndola recibido de ladrillos».
Cayo Suetonio Tranquilo, Vida de los doce Césares
(vida de Augusto)
Consolidadas las conquistas militares y pacificadas las regiones dominadas, con la Pax Augusti o Pax Romana, Augusto se dedicó a promover el embellecimiento de la capital: realizó grandes edificios monumentales como el foro con el templo de Marte «el Vengador», erigió el altar de la Paz y, con el apoyo de Agripa, completó la urbanización del Campo de Marte, con la construcción del acueducto del Aqua Virgo – que alimentaba fuentes, jardines y edificios termales – y realizó el Panteón, uno de los edificios más sorprendentes de la historia de la arquitectura.
Maqueta de la Roma Imperial.
Detalle de la zona del Panteón y del Campo de Marte
Ítalo Gismondi
Yeso alabastrino, 1933-1955
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
«No sin razón los dioses y los hombres eligieron este sitio para fundar la ciudad, unas colinas más que salubres, un río adecuado por el cual transportar el trigo desde las zonas del interior y recibir los productos desde las costas, un mar cercano lo necesario para aprovechar sus ventajas y, al mismo tiempo, no expuesto por su excesiva proximidad al peligro de las flotas enemigas, una posición en el centro de Italia; en resumen, un lugar destinado exclusivamente al desarrollo de la ciudad».
Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación
I.3. Los modelos arquitectónicos
«La ciudad de los romanos gobierna toda la tierra que no es inaccesible, sino habitada por hombres, y domina todo el mar, no solo el que está dentro de las columnas de Hércules, sino también todo el océano navegable; es la primera y única ciudad de las que se recuerda a lo largo de todos los tiempos que haya hecho de la salida y la puesta del sol los límites de sus dominios».
Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma
Vespasiano «emprendió asimismo nuevas construcciones, entre ellas el templo de la Paz, cerca del Foro; el del emperador Claudio, sobre el monte Celio, que había sido iniciado por Agripina, pero casi completamente destruido por Nerón, y mandó levantar un anfiteatro en medio de Roma, según los planos que había dejado Augusto».
Cayo Suetonio Tranquilo, Vida de los doce Césares
(vida de Tito Flavio Vespasiano)
Confirmando, en el edificio público más imponente de su época, los dos paradigmas del lenguaje clásico – la secuencia canónica en el uso de los órdenes arquitectónicos y el arco enmarcado por el orden –, el Coliseo se propone como modelo absoluto de la arquitectura de todos los tiempos. Su edificación se emprendió en la época del emperador Vespasiano. El edificio se concluyó en poco más de diez años y fue inaugurado por el emperador Tito en el año 80 d.C.
El Coliseo
Maqueta, primera mitad del siglo XX
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
«Trajano construyó bibliotecas y en el Foro colocó una columna grandísima, en parte con el fin de formar un sepulcro, en parte para mostrar a los sucesores las obras que alrededor del foro había realizado».
Dione Cassio, Historia de Roma
Situada al centro de la basílica Ulpia, entre la biblioteca oriental y la biblioteca occidental, la columna Trajana constituye un ejemplo extraordinario de escultura narrativa romana: la espiral ascendente, de 200 metros de longitud, describe en numerosas escenas las hazañas militares del emperador Trajano en las guerras en Dacia.
Columna Trajana
Giovan Battista Piranesi
Aguafuerte, 1758
©Accademia Nazionale di San Luca
Columna Trajana
Foto: Stefano Gizzi
Insuperable desde el punto de vista técnico y formal, símbolo de la unión entre el mundo griego y el mundo etrusco, el Panteón de Agripa – el templo dedicado a todos los dioses – fue realizado en la época de Augusto y reconstruido por Adriano después del incendio de finales del siglo I d.C. El sistema constructivo de su enorme cúpula, en opus cæmenticium con casetones y un óculo al centro, sigue siendo todavía uno de los grandes enigmas y desafíos de la historia de la arquitectura. Su temprana conversión en templo cristiano dedicado a Santa María es una de las razones de su admirable estado de conservación.
Maqueta del Panteón de Agripa
Primera mitad del siglo XX
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
«Y ansioso el Senado de mostrarse agradecido de su clemencia y generosidad, le asignó el primer lugar entre los Augustos y, de acuerdo con el pueblo, se resolvió la construcción de un soberbio Arco de Triunfo, que serviría como un perenne monumento de la más luminosa empresa del nuevo soberano».
Francesco Gusta, Vida de Constantino el Grande
Erigido por el Senado romano para conmemorar la victoria sobre Majencio en el año 312, el Arco de Constantino fue realizado ensamblando una colección de fragmentos escultóricos y relieves de épocas anteriores a su construcción: una reutilización en clave simbólica que testimonia la voluntad de establecer un vínculo directo con los periodos más esplendorosos del imperio romano.
Maqueta del Arco de Costantino
Primera mitad del siglo XX
Museo della Civiltà Romana, Roma
©Roma Capitale
Foto: María Margarita Segarra Lagunes
I.4. El inicio del declino
«En las horas meridianas del sol, cuando ya el día comienza a declinar, dijo que vio con sus propios ojos, en pleno cielo, superpuesto al sol, un trofeo en forma de cruz, construido a base de luz y al que estaba unida una inscripción que rezaba: bajo este signo vencerás».
Eusebio de Cesarea, Vida de Constantino
En un clima incierto y difícil, el 28 de octubre del 312, Constantino gana la batalla de Saxa Rubra sobre Majencio. Sin proponérselo, esta victoria modificarían radicalmente
el curso de la historia.
La batalla de Constantino contra Majencio
Giovanni Francesco Penni
Tinta, carboncillo y acuarela sobre papel, 1519-1520
Musée du Louvre, Paris
©RMN-Grand Palais (Musée du Louvre)
Foto: Christophe Chavan
A partir del 313, en las posesiones del Sessorium colocadas al oriente de la ciudad de Roma, se inicia la construcción de la basílica del Salvador, más tarde de San Juan de Letrán. Poco después, en los terrenos antiguamente ocupados por el circo de Nerón, en el lugar en el que San Pedro había sido sepultado, se emprenden las obras para realizar la
basílica dedicada al apóstol.
Interior de las basílicas de San Juan de Letrán y de San Pedro, en la época medieval
Fresco, siglo XVII
Basílica de los Santos Silvestre y Martino
ai Monti, Roma